El horror de los hornos crematorios en Colombia
JUAN FRÍO, Colombia – En Juan Frio, un caserio colombiano de la linea de frontera con Venezuela, la gente todavia se estremece cuando habla de los “hornos crematorios” usados por los paramilitares como mecanismo de desaparicion forzada, un horror que el gobierno quiere rescatar del olvido para que no se repita.
En este pueblo que hace parte del municipio de Villa del Rosario, en el departamento de Norte de Santander, donde sus habitantes aseguran que la tierra es bendita para cosechar platano y yuca, la tranquilidad se rompio en 1999 con la llegada de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), que convirtieron a Juan Frio en centro de operaciones contra la guerrilla.
La matanza de 6 personas, el 24 de septiembre de 2000, fue un marco de la violencia paramilitar y por esa epoca sus tierras fertiles se llenaron de cadaveres, en su mayoria traidos de Villa del Rosario, de Cucuta -capital departamental- o de la cercana localidad de Los Patios.
“Recuerdo cuando trabajaba en San Antonio, Venezuela, y pasaba por el rio Tachira todas las mañanas para llegar mas rapido y encontraba cuerpos en las riberas, desmembrados, quemados, partidos a la mitad, a veces todavia vivos, y uno solo tenia que echarlos para un lado y seguir. Algunas veces me detenia y les decia ‘que en paz descanse'”, relato a EFE Fidedigna Gomez, quien desde 1999 busca a su padre desaparecido en la zona.
Sin embargo, lo que marco para siempre a Juan Frio fueron los “hornos crematorios” en los que los paramilitares convirtieron las construcciones de ladrillo usadas originalmente por los campesinos en el proceso de calentar el zumo de caña de azucar para producir panela.
Se calcula que los paramilitares incineraron en los hornos a unas 500 personas para borrar toda evidencia de los crimenes cometidos por el Frente Fronteras del Bloque Catatumbo de las AUC, bajo el mando de Jorge Ivan Laverde, alias “El Iguano”, quien años despues se acogio a la Ley de Justicia y Paz que en 2006 condujo a la desmovilizacion de ese grupo.
Algunos de esos hornos todavia son visibles en medio de la maleza y quienes pasan por ahi y saben la historia se santiguan, mientras que quienes buscan a familiares desaparecidos lloran al pensar que pueden haber sido incinerados alli.
Aqui los detalles del suceso.
Todos se consuelan con la esperanza de que algun dia se construya en el lugar un jardin o un parque en memoria de los asesinados para no tener que llorarlos desde una carretera polvorienta.
Por eso, y para garantizar el pleno derecho de las victimas a la verdad y la justicia, la Cancilleria celebrara proximamente en Juan Frio un “acto de responsabilidad extrajudicial”, acatando las recomendaciones del informe de la Comision de la Verdad.
Una de ellas es Rudt Cotamo Coronado, quien llora abrazada a una foto de su hermano Jorge Enrique, desaparecido hace 19 años por paramilitares, mientras que al mayor, Joel Henry, lo asesino la guerrilla cuando quiso dejar sus filas.
“Jorge fue parte de las Autodefensas en el año 2000 con la unica intencion de vengar la muerte de su hermano mayor, Joel Henry, quien habia sido reclutado por la guerrilla a sus 13 años (…) y cuando quiso salirse de ese grupo, lo asesinaron con un tiro de gracia” y les hicieron creer que habia muerto en un enfrentamiento”, dice a EFE.
La mujer, que es lider las victimas de Juan Frio, explica que entonces Jorge Enrique se metio tambien a la guerrilla para combatir a los paramilitares que supuestamente habian matado a Joel, “sin saber que su destino iba a ser el mismo, pero en este caso, un desaparecido mas, como todos los que hay en Colombia”.
Gustavo Petro detalla que prefiere que esas armas se hagan chatarra antes de cederlas a Ucrania.
“¿Quien me dice que no puedo pedir justicia por el? Mi alma lo clama a gritos, y aqui estoy, buscandolo, buscando una respuesta al porque de su desaparicion. ¿Por que tengo que ver a mi madre arrodillada todas las noches llorando por no saber donde encontrarlo?, ¿por que tengo que ver el sufrimiento de mis sobrinos diciendo por que no pudieron crecer al lado de su papa y su mama?”, dice Rudt entre lagrimas.
Fidedigna Gomez recuerda que hace unos 40 años, cuando visitaba los trapiches de caña de azucar con sus compañeras de colegio, caminaba sin miedo por esos terrenos, y despues fue testigo del daño causado por la guerrilla y el abandono estatal, “porque hablando las cosas como son, la culpa tambien es del gobierno, porque no supo como entrarles a ellos y los dejaron agrandar”.
Posteriormente “esa gente” (los paramilitares) se apodero de los hornos de los trapiches, donde “metian cauchos de carros y madera y echaban la gente para desaparecerla”, dice.
Gomez recuerda que hace unos años en esa misma zona uno de sus hijos encontro “un pedazo de cuerpo a medio quemar; yo solo le dije, ‘vamonos chino, no sea que nos hagan lo mismo'”, dice la mujer, quien asegura que “aun hay muchas fosas comunes que no han destapado” y a muchos otros simplemente “se los llevo el rio”.